LA HERENCIA
Como ya saben los que me conocen, cada mañana bien temprano salgo de caminata en compañía de mi perra Amy. No me gusta llevar ningún aparato para escuchar música o radio, prefiero envolverme en los sonidos propios de la naturaleza, el mar que ruge, cuando ruge, el sonido de las gaviotas que acompañan a los barcos de vuelta al puerto, los marengos que tiran del copo y gritan al bote de las redes para dar instrucciones, la conversación de otros caminantes que comparten intimidades, o simplemente hablan de fútbol, y sobre todo, me gusta darme la posibilidad de pensar o incluso de soñar, disfruto cada mañana con esto y así lo repito día a día.
Esto viene a cuento para lo que a continuación refiero. Mientras caminaba esta mañana, andaba yo dándole vueltas a la fiesta de jubilación que le organizamos a mi hermana Carmina el pasado día 27 de Octubre, la organizamos en Las Ventas de Retamosa, un pequeño pueblo de Toledo muy cerca de Madrid. Habíamos estado organizando el evento desde 2 meses antes de forma secreta para que ella no se enterase, y allí acudimos los 4 hermanos, con todos nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, con nuestras parejas y las parejas de los sobrinos, en total más de 30 personas. Podéis imaginar la tremenda sorpresa que se llevó Carmina, mientras las recibíamos con la canción del “jubilao”, las lágrimas caían por sus mejillas y la emoción casi le impedía moverse, todo fue alegría y felicidad, había merecido la pena tantos kilómetros para poder vivir ese momento.
Pues bien, escrito lo escrito, quiero llegar ahora a lo que motiva el título de mi pensamiento. La fiesta de jubilación de mi querida hermana, de la que tanto disfrutamos, fue tan sólo una excusa para vernos, para celebrarnos, para querernos; porque lo cierto es que aprovechamos cualquier oportunidad para reunirnos todos, o casi todos, porque es inevitable, casi siempre por motivos de trabajo, que alguien falte. Organizamos jornadas gastronómicas, casi siempre en Villarta, nuestro pueblo, miramos el calendario para localizar alguna fecha que nos convenga para poder “juntarnos” otra vez, incluso, y para no perdernos de vista, tenemos creado un chat familiar en el WhatsApp ¡¡¡qué alegría de familia tengo!!!. Pues bien, todo este sentimiento de cariño y de unión es motivo de una “HERENCIA”, que por eso el título. Es lo que hemos heredado de nuestros padres, Julián y Juliana, Papanán y Mamanana. Recuerdo como decían en muchas ocasiones, que no podrían dejarnos dinero ni bienes materiales, pero que su empeño y su felicidad era la de vernos tan unidos. Y es cierto, como dicen en las bodas, en las alegrías y en las tristezas, estamos unidos en el cariño.
Que gran herencia recibimos, y en nuestras manos está seguir haciéndola más y más grande.
Se os quiere familia.