In Memoriam Evaristo Martín Nieto
EVARISTO MARTÍN NIETO
IN MEMORIAM
“Vita mutatur non tollitur”
Aún recuerdo de forma literal algo que me dijiste una de las últimas veces que nos vimos: “Amigo Juan Antonio, se me está haciendo larga la vida”. También recuerdo cual fue mi respuesta: “Amigo Evaristo a mi tu vida se me está haciendo corta, pues hasta en estos momentos de enfermedad y postración sigues siendo un ejemplo”. Y efectivamente era un ejemplo; ejemplo de fe, de paciencia, de confianza y de dignidad.
Y tú, como hombre de fe inquebrantable seguiste haciendo bandera del salmo que tenías enmarcado en tu casa y que rezaba: “Confía al Señor toda tu vida y fíate de Él, que Él sabrá lo que hace” (Salmo 37,5).
Cada mañana, apenas había amanecido y tú ya andabas comunicándote con Jesucristo, Nuestro Señor, como te gustaba llamarle, lo hacías en hebreo, en griego y en latín, lenguas tan vivas para ti que te hacían entroncar directamente con el Redentor.
Apenas te has ido y ya me duele en el alma tu ausencia, ¿a quién voy a acudir yo ahora en la “noche oscura del alma”. Me parece escuchar tu respuesta “hombre de poca fe, yo soy un ser insignificante, “Confía al Señor toda tu vida y fíate de Él, que Él sabrá lo que hace”.
Tuve el privilegio de cerrarte los ojos a este mundo cuando naciste a la Vida Eterna, no pude hacerte un encargo, pero ahora te lo hago, con el convencimiento de que lo cumplirás con gusto: abraza a quien tú ya sabes y desde tu nueva posición de privilegio te pido que “ruegues por nosotros”.
Acompaño este “hasta luego” con algunas de las frases que he escuchado durante 25 años a Don Evaristo:
Son excluidos del reino los beatos, «los que creen que son de la gracia, porque no tienen fuerza para ser de la naturaleza; los que creen que están en lo eterno, porque no tienen el coraje de lo temporal; los que creen que están con Dios, porque no están con el hombre, los que creen que aman a Dios, porque no aman a nadie» (Peguy); los que se pasan el día diciendo: «Señor, Señor», creyendo que están con el Señor, (Mt 7,21), porque están alejados y se desentienden de los hombres. (E. Martín Nieto. El Padre Nuestro. Ed. Paulinas, Madrid 1996)
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“El Dios de la Biblia es el Dios de la libertad humana. El posee todos los poderes para quitarme la libertad y no me la quita, pues me ha hecho participe de su libertad. Yo traicionaría a Dios, si me dejo quitar la libertad” (Evaristo Martín Nieto. Guía curso bíblico 1994-95. Pag. 46. Escuela Bíblica Axarquía.)
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Las Misas celebradas por una asamblea de hombres injustos son Misas que no valen. Sin justicia, no puede haber culto a Dios y, si lo hay, es un culto a un ídolo, que nos hemos fabricado, no un culto al Dios de la Biblia. (E. Martín Nieto. El Padre Nuestro, Ed. Paulinas, Madrid 1996,Pag. 13-14)
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Hay un PN, que recitamos de palabra los que somos religiosos, y hay otro PN, que recitan con obras los que luchan por la utopía, es decir, por el reinado de la justicia interhumana. Cuál de estos dos es el verdadero? El primero lo es, si lleva también consigo el compromiso por la justicia, y el segundo ciertamente lo es, aunque no se recite el primero. (E. Martín Nieto. El Padre Nuestro, Ed. Paulinas, Madrid 1996,Pag. 29)
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El cristianismo es una religión misionera, evangelizadora; si la encorchetamos en una religión catequética y litúrgica, la hemos privado de su fuerza expansiva y del vigor originario de la Iglesia primitiva y hacemos de ella una religión entumecida y anquilosada, al margen del mundo y de la historia humana. La Iglesia tiene que salir de la sacristía, de los locales parroquiales, para ser de verdad la levadura, que haga fermentar a toda la masa, y eso sólo se puede conseguir si se pone en contacto con la masa. (E. Martín Nieto. El Padre Nuestro, Ed. Paulinas ,Madrid 1996,Pag. 128)
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La insolidaridad de los países ricos con los pobres es la causa de tan cruel desigualdad. En las llamadas sociedades de bienestar rezamos en plural el Padre nuestro, pero lo practicamos en singular. He aquí un trozo de una carta de dos musulmanes de Bangladesh a los cristianos de occidente:
“Os perdonamos vuestra riqueza y vuestro despilfarro y que hayáis renegado de nosotros como hermanos, para no darnos nuestra herencia en el mundo de Dios. Os lo perdonamos todo, pero no nos digáis que creamos en vuestro Cristo. Porque un Cristo, que ha enseñado a una tercera parte de lo hombres a comerse el pan de todos los demás en este pequeño mundo, no puede ser Dios”.
Hay que contestar a estos hermanos musulmanes que Cristo, padre de todos, nos ha enseñado a repartir el pan, incluso a quitárnoslo de la boca, para dárselo a los demás; que crean en Cristo, pero que no crean en los cristianos, cuando rezamos, y no practicamos, el PN. (E. Martín Nieto. El Padre Nuestro, Ed. Paulinas, Madrid 1996.)
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Sobre el Mal: Ante esta situación, cabe hacerse muchas preguntas: Qué es el mal? Cuál es su origen? Quién es su último responsable? Si el mal entró en el mundo por el hombre, cómo Dios pudo dar tanto poder y tanta libertad al hombre para llevar a cabo tal desaguisado? Cómo el mal puede ser fruto de la libertad del hombre? Y si eso es así, por qué Dios hizo libre al hombre? Cómo Dios, omnipotente e infinitamente bondadoso, puede permitir la existencia del mal? Cómo es posible que haya “justos que padecen, a pesar de su justicia, e injustos, que prolongan sus días a pesar de su injusticia?” (Ecle 7,15), “justos, a los que sucede lo que merece la conducta de los injustos e injustos, a los que sucede lo que merece la conducta de los justos?” (Ecle 8,14). Por qué triunfa el mal y no el bien? Por qué Dios permite tanta crueldad, la muerte de tantos inocentes, el hambre y el dolor de tantos seres humanos marginados y aplastados por otros seres humanos inmisericordes, ávidos de poder y llenos de riquezas? Por qué tantas injusticias?
Todas estas preguntas, y tantas otras, que se pueden hacer, no encuentran respuestas cumplida. Habrá que seguir diciendo que el mal es un misterio absurdo, injustificable, incomprensible. Intentar explicarlo, es querer explicar lo inexplicable. Tiene razón el Qohelet: “Todo esto es “sinrazón de sinrazones. Todo es una pura sinrazón”. (E. Martín Nieto. El Padre Nuestro, Edi. San Pablo. Madrid 1996,Pag. 210)