40 AÑOS CON EL “CORAZÓN PARTÍO”
El día 3 de mayo hace 40 años que llegué a Málaga, más concretamente a Vélez-Málaga. Había aprobado unas oposiciones, y cosas de la empresa donde entré (un banco), me enviaron a la plaza vacante más lejana de mi domicilio. Esta era, a mi entender, la política que usaba la empresa para que el trabajador no se enraizara mucho con su lugar de trabajo y así no encontrar muchas dificultades a la hora de un traslado.
Como ocurría entonces, y como ha seguido ocurriendo hasta mi prejubilación, las jornadas laborales eran de al menos 10 horas diarias, aunque según el convenio el horario era de 7 horas de mañana, por lo que no me quedaba mucho tiempo para conocer mi entorno y disfrutar de él; además, al menos una vez al mes, cuando salíamos de trabajar el sábado (entonces también los sábados trabajábamos), me comía un bocadillo, cogía el coche y me iba a mi pueblo, Villarta de San Juan (Ciudad Real), a ver a la familia y a Puri, mi novia. Llegaba el sábado por la noche y me volvía el domingo después de comer: 840 kms de carreteras infernales, que por cierto hacía con mucho gusto, sería por aquello del refrán que dice: “tiran más dos t… que dos carretas”.
Seis meses después de llegar a Vélez-Málaga, Puri, mi novia de siempre y yo nos casamos, no estábamos acostumbrados a separaciones tan largas, así que “nos echamos la manta a la cabeza” y alquilamos un piso amueblado en Vélez, donde montamos nuestro primer “nido” con la idea de cuando pudiera hacerlo, es decir al año de entrar, pedir traslado y marcharnos hacia el centro.
Mientras pasaba el tiempo y cuando llevábamos cuatro meses casados, en una de nuestras visitas a Torre del Mar, le hablé a Puri de la posibilidad de alquilar un piso al lado de la playa… no había terminado de decirlo y ya me había cogido la palabra. Unos días después ya éramos “torreños”.
Así trascurrieron 3 años, hasta que nació Juan Antonio Hijo, mientras a mí me habían nombrado apoderado en la empresa, lo que en principio, dificultaba el traslado. La verdad es que ya no nos importaba tanto el regreso, sólo la distancia de la familia nos hacía retomar de vez en cuando esta idea.
Como he dicho antes, nació Juan Antonio Hijo y un año después la pequeña Puri, dos malagueños de mucho postín, que fueron creciendo, asistiendo a la guardería y al colegio, haciendo amigos y haciendo patria chica, los dos se enraizaron tan profundamente en Torre del Mar, que sólo hablar de posibles traslados provocaba conflictos y lágrimas, si a eso añadimos lo a gusto que vivíamos aquí, me llevo a rechazar traslados a Córdoba y Cádiz, teniendo que ceder por último a un traslado a Málaga capital, pero con el condicionante de poder seguir viviendo en Torre del Mar.
Hasta el día de hoy podía contar “ciento y una” anécdotas, aquí hemos vivido de forma digna, hemos hecho grandes amigos, nacieron nuestros hijos y también nuestra hija reposa eternamente.
Por todo esto y muchas cosas más que no he escrito, puede decir que “tengo el corazón partío”; partido entre dos amores, la tierra que me vio nacer, mi pueblo, Villarta, la tierra donde abrí los ojos, donde pasé mi niñez y parte de mi adolescencia, donde fui tan feliz y donde sentí la cercanía de todos los míos, y Andalucía, Málaga, Torre del Mar, donde he vivido los últimos 40 años y donde espero seguir viviendo hasta que llegue el momento de “rendir mi vida”.